
por Por Juan Gorosito
Entre las varias lecturas que dejaron las elecciones provinciales y municipal de ambas Córdobas, la expresión en el acto de coronación de la ciudad del intendente y gobernador electo Martín Llaryora acerca de “los pituquitos de la Recoleta” fue quizá la más importante en términos de discusión de la geopolítica argentina.
Por supuesto, en el análisis hay que salir rápidamente de la afortunada frase no sin antes reconocerla como un gran recurso retórico, de alto impacto mediático y emocional. Basta recorrer el espinel de los medios de comunicación porteños para probar la profundidad de la herida causada, no tanto porque haya desprecio a los pitucos ni a la Recoleta, sino porque esa frase se pareció bastante a la devolución de un espejo en el que el porteñismo prefiere evitar mirarse.
Lo más destacado del pitucorrecoleta gate es, en todo caso, el debate al que invita Yaryora, que no es distinto al que viene gritándose en silencio desde el Interior, con mayor o menor intensidad en los últimos años. Analizando superficialmente la provincia de Río Negro podemos advertir que el radicalismo en el poder se convirtió rápido en un partido de corte provincial después de que Alfonsín dejó el poder en 1989, perfil que profundizó en la segunda gobernación de Pablo Verani y en el período de Miguel Saiz, para dejar paso, asesinato de Carlos Soria mediante, a un movimiento político completamente local como Juntos. Ni hablar el Movimiento Popular Neuquino, nacido en el marco de los 18 años de proscripción del peronismo y criado al calor de su hegemonía provincialista. Incluso los veinte años de radicalismo chubutense y el posterior peronismo de Mario Das Neves y sus salieris se inscriben en una tradición interiorista. ¿Qué es sino Gildo Insfrán en Formosa o hasta este mismo año los Rodríguez Sáa en San Luis? Y así podríamos seguir enumerando.
Lo bueno del escalonamiento eleccionario es que permite dividir las realidades distritales del rumbo nacional. Y ahí se ven nítidamente las preferencias de los electorados, la cercanía de los gobernantes, las expresiones de continuidad e interrupción de los procesos políticos, en el contexto de un movimiento de desapego de los votantes a los partidos y donde la no fidelidad es la regla.
La expresión de Llaryora viene a ponerle color y reintroducir un debate que si le buscamos el origen podemos terminar en la creación del Virreinato del Río de la Plata, en 1776. Es decir, desde las Reformas Borbónicas, pasando por la Revolución de Mayo, el fracaso de Simón Bolívar de crear los Estados Unidos Latinoamericanos, las luchas entre unitarios y federales, la conformación del Estado Nacional, la historia mitrista y la generación del 80 y todos los acontecimientos del siglo XX, desde la consolidación de la Unión Cívica Radical, las interrupciones militares inauguradas en 1930, el 17 de octubre de 1945, Ezeiza, los milicos, los 90, De la Rúa y el macrismo, todo o casi todo sucedió en Buenos Aires. Ahí está la Independencia siendo la excepción confirmatoria y en menor medida el Cordobazo, pero el puerto y la red ferroviaria han modelado en términos políticos y económicos la Argentina que sufrimos.
Resultará indispensable para el Interior volver cada tanto al grito de Yaryora. Las elecciones legislativas son claves para construir federalismo y ponerle coto a un centralismo que se fortalece en el manejo de los recursos. La Constitución de 1994, a la luz de los resultados, fue una oportunidad perdida. Apenas una discutible jurisdicción de los recursos naturales obtuvieron las provincias. Sin embargo, no se produjeron reformas estructurales, ni legales ni físicas. Tal vez el último intento haya sido el de Alfonsín pensando en Viedma como centro político para intentar una búsqueda de equilibrio a la brasilera.Tanto poder acumulado durante tantos años tuerce todas las voluntades. Incluso las de dirigentes provincianos llegados a la Casa Rosada, como los casos de Carlos Menem y los Kirchner. Los últimos dos presidentes han sido porteños y el próximo también lo será, porque aunque gane Massa, Tigre pertenece al reino de Porteñolandia. Profundizo: Rodríguez Larreta, Milei, Bullrich, Massa, Grabois, Myriam Bregman, Gabriel Solano, Guillermo Moreno…todos porteños. Sólo Schiaretti, sin chance alguna de siquiera sentarse en la mesa a discutir un caudal de votos digno, es la excepción. Eso no está bien.
Sería bueno que a propósito de la proliferación de partidos provinciales con poder y expresiones de sellos nacionales pero con proyectos locales que gobiernan en los estados subnacionales la Argentina discuta de una buena vez una nueva e inédita mirada federal. Mientras no lo haga las políticas del AMBA serán las que gobiernen en todo el territorio, a pesar de la enorme diversidad geográfica, económica, social e idiosincrática de un país de 48 millones de personas y casi tres millones de kilómetros cuadrados.