08/05/2025 - Edición Nº2346

Interés General

cultura

Día Internacional del Libro: una celebración global ¿con raíces argentinas?

Cada 23 de abril el mundo rinde homenaje a los libros y sus autores, mientras que en Argentina se suma también una fecha propia para destacar el valor de la lectura como puente entre generaciones.



El 23 de abril es mucho más que una fecha en el calendario: es una jornada en la que el mundo celebra al libro como símbolo de la cultura, la imaginación y la memoria colectiva. La elección no es casual: un día como ese, en 1616, murieron tres figuras fundamentales de la literatura universal —Miguel de Cervantes, William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega—, cuyas obras moldearon la narrativa occidental y dejaron una huella imperecedera.

 

Por esta razón, la UNESCO declaró el 23 de abril como el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, una efeméride que busca fomentar la lectura, rendir tributo a los escritores y destacar la importancia de los derechos intelectuales.

 

Un origen argentino con visión universal

En Argentina, sin embargo, el 15 de junio también tiene una fuerte carga simbólica vinculada al libro. Fue en 1908 cuando el Consejo Nacional de Mujeres organizó un concurso literario y, con él, comenzó a promover la idea de celebrar un día dedicado al libro como “registro imperecedero del pensamiento y la vida de los individuos y las sociedades”.

 

Esa iniciativa cristalizó en 1924, durante el gobierno de Marcelo T. de Alvear, con la oficialización de la “Fiesta del Libro”. En 1941, la celebración cambió de nombre y pasó a llamarse “Día del Libro”, manteniendo su objetivo inicial: fomentar el hábito de la lectura en todo el país.

 

Los derechos de autor: una conquista cultural

En el marco de esta celebración, también se recuerda el valor de los derechos de autor, una serie de principios jurídicos que reconocen a los creadores de obras literarias, científicas, artísticas o incluso tecnológicas, el derecho a disponer de sus producciones.

 

Estos derechos abarcan tanto el aspecto moral como el patrimonial, y están consagrados como un derecho humano fundamental en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. A nivel global, el Convenio de Berna establece que una obra entra en dominio público 50 años después de la muerte del autor, aunque muchos países extienden ese plazo a 70 años o más.

 

Un antecedente remoto y poético

La idea de proteger la autoría tiene raíces sorprendentes. Uno de los primeros antecedentes legales sobre el derecho a copiar aparece en la antigua Irlanda, en una disputa entre dos santos: San Columba copió, en una sola noche y bajo una luz milagrosa, un salterio que San Finnian le había prestado. La controversia sobre la propiedad de esa copia llegó hasta el rey Diarmait Mac Cerbhaill, quien dictó una sentencia legendaria:

"A cada vaca le pertenece su cría; por lo tanto, a cada libro le pertenece su copia."

 

Celebrar el libro, multiplicar las lecturas

Cada año, la Feria del Libro de Buenos Aires —uno de los encuentros culturales más importantes del continente— comienza su edición en torno al 23 de abril, reafirmando que el libro sigue siendo un instrumento de libertad, pensamiento crítico y encuentro entre generaciones. En la región patagónica aún se aguarda por la confirmación de las fechas para las ya tradicionales celebraciones locales.

 

Ya sea en junio o en abril, en Irlanda medieval o en las avenidas porteñas, el libro sigue siendo protagonista de una historia compartida por toda la humanidad.

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