08/05/2025 - Edición Nº2346

Viedma

Desde este miércoles los cardenales eligen al sucesor del Papa Francisco

A lo largo de la historia, las elecciones papales han estado marcadas por episodios insólitos, desde inspiraciones divinas hasta presiones políticas y encierros extremos. La decisión se espera en los próximos días. La historia está por escribirse una vez más en la Capilla Sixtina.



El mundo católico sigue con atención cada paso del cónclave que ha comenzado este miércoles en el Vaticano, con el objetivo de elegir al sucesor del Papa Francisco. La solemne misa Pro eligendo Papa dio inicio al proceso en la majestuosa Basílica de San Pedro, presidida por el decano del colegio cardenalicio, Giovanni Battista Re. Allí, los cardenales de todo el mundo elevaron sus oraciones para pedir guía divina en una de las decisiones más trascendentales de la Iglesia.

 

El cónclave —palabra que proviene del latín cum clave, que significa “bajo llave”— vuelve a reunir a los cardenales en la Capilla Sixtina, bajo las reglas estrictas que impiden cualquier comunicación con el exterior hasta que se alcance un consenso. La residencia de Santa Marta, donde actualmente se alojan, garantiza mayor comodidad en comparación con los austeros catres y baños compartidos de antaño.

 

Elecciones históricas y anécdotas papales

 

A lo largo de la historia, las elecciones papales han estado marcadas por episodios insólitos, desde inspiraciones divinas hasta presiones políticas y encierros extremos. En el año 236, por ejemplo, una paloma blanca se posó sobre la cabeza de Fabián, un espectador desconocido, y los fieles lo aclamaron como el elegido de Dios. Sin embargo, su pontificado terminó trágicamente bajo persecución romana.

 

En 532, la elección de un nuevo papa fue empañada por sobornos masivos, hasta que un simple sacerdote llamado Mercurio resultó electo y adoptó el nombre de Juan II, iniciando la tradición de cambiar el nombre al asumir el pontificado.

 

Los encierros prolongados también son parte del legado eclesiástico. En 1241, la situación fue tan extrema que los cardenales fueron confinados en condiciones deplorables hasta que uno murió, y en 1270, para acelerar la elección, los ciudadanos de Viterbo retiraron el techo del palacio para que el Espíritu Santo “descendiera” más rápidamente. Aquella vez, el cónclave duró casi tres años.

 

Desde entonces, reformas como las impuestas por el Papa Gregorio X buscaron evitar estancamientos: si no se alcanzaba una decisión en cinco días, los cardenales debían subsistir con solo pan, agua y vino.

 

El proceso actual

 

Hoy, el procedimiento es mucho más ágil. Las últimas elecciones se resolvieron en menos de 72 horas: Benedicto XVI fue electo tras cuatro rondas en 2005, y Francisco, tras cinco en 2013. Los cardenales siguen la tradición de votar hasta cuatro veces por día, con señales visuales inmediatas para los fieles: humo negro si no hay elección; blanco, si hay nuevo pontífice.

 

Cualquiera puede ser elegido Papa, incluso un hombre bautizado que no sea cardenal, aunque esto no ocurre desde 1378. En esta ocasión, sin embargo, todos los ojos están puestos en el Colegio Cardenalicio.

 

Más allá de lo formal, la elección también está cargada de humanidad: Juan Pablo I bromeó al asumir diciendo “¡Que Dios les perdone por lo que han hecho!”, y sus sucesores han compartido brindis y canciones con los cardenales tras ser elegidos, en un gesto de fraternidad que contrasta con la magnitud de la responsabilidad asumida.

 

La Iglesia Católica, con más de 1.300 millones de fieles en el mundo, se prepara así para una nueva etapa bajo el liderazgo de un nuevo pontífice, en un momento de profundos desafíos espirituales, sociales y políticos a escala global.

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