19/05/2025 - Edición Nº2357

Viedma

Estrategía geopolítica

La Patagonia Argentina: la última frontera que el país no puede darse el lujo de perder

Ocupa cerca del 35% del territorio argentino, pero apenas concentra poco más del 6% de su población. En números concretos: más de 1 millón de km² con menos de 2,5 millones de habitantes, una ecuación demográfica alarmante si se considera la riqueza energética, hídrica y geopolítica que atesora la región.



En un país atravesado por la urgencia y las desigualdades, la Patagonia argentina —con sus paisajes imponentes, sus riquezas naturales estratégicas y su baja densidad poblacional— se impone como el escenario clave de una disputa silenciosa, pero vital: poblarla de argentinos o dejarla vacía para que otros decidan sobre ella.

 

La Patagonia ocupa cerca del 35% del territorio argentino, pero apenas concentra poco más del 6% de su población. En números concretos: más de 1 millón de km² con menos de 2,5 millones de habitantes, una ecuación demográfica alarmante si se considera la riqueza energética, hídrica y geopolítica que atesora la región.

 

"El vacío territorial es una invitación al conflicto. Si la Argentina no desarrolla su sur con presencia humana sostenida, inversión y soberanía económica, el mundo no esperará para avanzar con otros intereses", analistas internacionales.

 

Ushuaia: el nuevo foco del interés global

 

El caso de Ushuaia, en Tierra del Fuego, ilustra con claridad esta tensión. En la última década, la ciudad más austral del mundo ha duplicado su población, superando los 80.000 habitantes. Parte de ese crecimiento se explica por el empuje de la industria electrónica, la actividad portuaria antártica, y el turismo internacional que la posiciona como punto de partida hacia la Antártida.

 

La ubicación de Ushuaia es geopolítica pura. Las potencias con intereses en la Antártida la miran como un enclave clave y el crecimiento de la ciudad preocupa a algunos y entusiasma a otros. Lo que está en juego es quién controla el acceso a los recursos del futuro: agua, biodiversidad, minerales estratégicos.

 

La Patagonia concentra algunos de los recursos más codiciados del siglo XXI: litio en la zona norte, viento en abundancia para energías renovables, hidrocarburos no convencionales en Vaca Muerta, y agua dulce en glaciares y cuencas hídricas de alto valor. Su potencial energético es tal que podría abastecer a todo el país, y más, pero falta infraestructura, inversiones sostenidas y sobre todo, planificación de largo plazo.

 

La necesidad de una estrategia poblacional

 

Históricamente, Argentina tuvo políticas activas para poblar la Patagonia. Desde la Campaña del Desierto en el siglo XIX, pasando por los planes migratorios del peronismo, hasta las más recientes zonas francas e incentivos fiscales en Tierra del Fuego.

 

Hoy, muchos expertos reclaman una nueva estrategia federal, que combine incentivo fiscal, vivienda, conectividad, acceso a la salud y educación, con el desarrollo de polos tecnológicos, energéticos y turísticos. Una suerte de “Plan Patagonia” que no quede en discursos. Argentina necesita una visión estratégica, no solo defensiva. Poblar el sur no es un acto simbólico, es una necesidad práctica: donde hay argentinos, hay soberanía.

 

La Patagonia en el tablero internacional

 

Desde la presencia de empresas extranjeras en el sector minero, hasta las reiteradas preocupaciones por ejercicios militares en el Atlántico Sur, la Patagonia aparece cada vez más en el radar de las grandes potencias. El interés británico en las Islas Malvinas, la presencia de bases científicas extranjeras en la Antártida, o las inversiones chinas en infraestructura patagónica, son señales de un mapa geopolítico en transformación.

 

La Antártida es un continente congelado diplomáticamente, pero cada vez más caliente en términos estratégicos. Ushuaia, Río Gallegos y Río Grande son parte del sistema logístico que lo conecta al mundo, Frente a este escenario, la pregunta ya no es si hay que poblar la Patagonia, sino cómo, cuándo y con qué objetivos. Sin un plan ambicioso, multidisciplinario y sostenido, la región corre el riesgo de ser más una promesa vacía que un activo real de desarrollo.

 

En un mundo que compite por territorios con recursos y baja densidad poblacional, la Argentina debe dejar de mirar la Patagonia como un fondo de pantalla y empezar a verla como lo que es: la última frontera por conquistar... por nosotros mismos.

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