
El consumo masivo en la Argentina empieza a mostrar señales de leve recuperación, pero en un escenario profundamente condicionado por el ajuste al bolsillo. Según el último informe de la consultora Scentia, en mayo hubo un aumento interanual del 5,5% en el consumo total relevado en diferentes canales de venta. Sin embargo, esa cifra, lejos de reflejar un repunte sostenible, apenas compensa parte de la caída del 12,2% registrada en mayo de 2024.
Lo que emerge con fuerza de los datos no es un consumo revitalizado, sino una reconfiguración de los hábitos de compra. Mientras los supermercados continúan cayendo (3,3% menos en mayo interanual), el consumo se traslada a locales de cercanía: kioscos (+16%), farmacias (+8,4%) y autoservicios independientes (+1,5%).
Esta nueva tendencia se explica, en parte, por la baja de la inflación, que desestimula el stockeo en grandes cadenas. Pero el factor dominante no es positivo: la necesidad creciente de controlar cada peso que se gasta, comprando pocas unidades, cerca de casa, y evitando trayectos más largos y costosos.
“Seguramente encontraremos parte de la explicación a estos resultados dispares en la racionalidad y cercanía para comprar pocas unidades y controlar el gasto”, explicó Osvaldo del Río, director de Scentia.
A esto se suma el impacto del atraso salarial sostenido y la caída de los ingresos reales. Las familias ajustan: menos compras grandes, más frecuencia, menor volumen, y priorización de bienes básicos. En algunos casos, los almacenes empiezan a detectar que junio podría ser peor que mayo.
Pese a la leve suba en mayo, el consumo total continúa estancado respecto al desplome inicial del gobierno de Javier Milei. El acumulado entre enero y mayo 2025 muestra apenas un 0,6% de mejora en comparación con el mismo período del año anterior, lo que deja al consumo aún muy por debajo de los niveles previos a diciembre de 2023.
Al desagregar los rubros, se ve una suba del 3,8% en alimentos, pero una caída del 2,6% en bebidas sin alcohol y una leve suba del 0,9% en limpieza, lo que refleja una economía anestesiada en su capacidad de recuperación.
Los grandes supermercados, que históricamente absorbían buena parte del consumo masivo gracias a ofertas y stock, pierden peso rápidamente en este contexto. En cambio, los almacenes representan cerca del 30% del consumo nacional, y su capilaridad les permite sobrevivir a la contracción general.
“El crecimiento en almacenes no es poco, proyectamos 120.000 locales en todo el país”, indicó Julián Gómez, director de Retail en Scentia.
Sin embargo, este "crecimiento" no es sinónimo de dinamismo económico: se trata de consumo atomizado, defensivo y condicionado por la pérdida de poder adquisitivo. Incluso el comercio electrónico, que creció un 11,4% interanual, sigue teniendo un impacto menor en volumen total.
El gobierno de Javier Milei insiste en que el descenso de la inflación mensual es prueba de éxito económico. Pero el consumo real, medido en unidades y no en precios, revela otra historia: precios estancados y consumo aún deprimido. La baja inflación no es producto de una mejora estructural, sino de una demanda contraída que limita cualquier posibilidad de remarcación.
El escenario, por ahora, no permite proyectar un rebote sólido del consumo. El dato que preocupa es que mayo tuvo un 2,2% menos consumo que abril, incluso contando con un día más. Ni la inflación baja ni la leve recuperación en algunos canales alcanza para revertir una tendencia que se sigue viendo más como un agotamiento que como una reactivación.