11/11/2024 - Edición Nº2168

Política

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El camino mileiano a la autocracia

El gobierno de Milei puede transformarse en una autocracia mientras buena parte de la política, sumida en un caldo de desprestigio, se debate entre mirar para otro lado o apoyar tibiamente el tránsito hacia una verdadera crisis sistémica de la democracia.


por Juan Gorosito


En el libro “Cómo Mueren las Democracias” de los investigadores estadounidenses Steven Levitsky y Daniel Ziblatt se advierten cuatro motivos de preocupación cuando un dirigente outsider comienza a habitar los círculos de la política con algún grado de inserción popular. Señalan que “deberíamos preocuparnos en serio cuando un político: 1) rechaza, ya sea de palabra o mediante acciones, las reglas democráticas del juego, 2) niega la legitimidad de sus oponentes, 3) tolera o alienta la violencia o 4) indica su voluntad de restringir las libertades civiles de sus opositores, incluidos los medios de comunicación". Las cuatro características, en mayor o menor medida, aplican a Milei.

 

 

Más adelante afirman que los políticos antisistema dicen “representar la voz del «pueblo» y que libran una guerra contra lo que describen como una élite corrupta y conspiradora”, que en el caso del presidente de la Nación se reduce al concepto erróneo y manipulado de “casta”.

 


Y luego advierten que si algo diferencia a los autócratas actuales de los líderes democráticos es su intolerancia ante las críticas y su predisposición a utilizar el poder para castigar a aquellas personas, ya sean de la oposición, de los medios de comunicación o de la sociedad civil, que los critiquen.

 


Estos conceptos, que parecen una descripción exacta de la figura, la campaña electoral y el primer mes y medio de Milei en la Presidencia, son una norma en estos nuevos y a la vez viejos modelos de liderazgo. Para no caer en las comparaciones clásicas de figuras históricas de Europa podemos afirmar que comparte características idénticas con Víktor Orban, Jair Bolsonaro o Donald Trump.

 


Una figura sudamericana es muy gráfica para trazar la ruta hacia dónde puede ir la Argentina. Se trata del ex presidente peruano Alberto Fujimori. Levitsky y Ziblatt rescatan que en su primer discurso como presidente advirtió que Perú afrontaba “la crisis más profunda de su historia como república”. La economía, afirmó, se hallaba “al borde del colapso”. Se comprometió a “sacar a Perú de la situación en la que se encontraba y a guiarlo hacia un destino mejor”. Estaba convencido de que el país necesitaba reformas económicas drásticas. La coincidencia con el discurso mileiano no puede ser mayor. Fujimori fue un autócrata y la democracia peruana fue suspendida. Las consecuencias se pagan hasta hoy con una notable inestabilidad política.

 


Milei pone en crisis al sistema mismo con el DNU y la Ley Ómnibus, especialmente cuando reclama para sí facultades extraordinarias que sólo puede otorgar el Congreso. Los parlamentarios que le entreguen el comando total de la botonera estatal pueden definirse de una sóla manera: cómplices. Cómplices de asestarle un golpe de difícil recuperación a una democracia que con virtudes y defectos acaba de cumplir cuatro décadas ininterrumpidas.

 


Para cerrar, vuelvo a los autores antes citados para compartir la diferencia entre las autocracias y las democracias. Estas últimas exigen negociación, compromiso y concesiones. Los reveses son inevitables y las victorias siempre parciales. Las iniciativas presidenciales pueden perecer en el Congreso o quedar bloqueadas en los tribunales. Y si bien estas limitaciones frustran a todos los políticos, los demócratas saben que no les queda más remedio que aceptarlas y son especialmente duchos capeando el aluvión incesante de críticas. Los autócratas, en cambio, no aceptan esas reglas.

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